Quienes hace décadas predecían un porvenir de brillantes prendas se olvidaban de un detalle: la moda jamás deja de revisar sus momentos de gloria. Y es casi una paradoja que un imperio donde reina la novedad se privilegie lo antiguo. La palabra vintage es sinónimo de antigüedad, pero puede resignificarse y convertirse en poesía, romance, pasión, fantasía y hasta en actualidad.
No es cuestión de pensar que todo tiempo pasado fue mejor, ni mucho menos que ya todo fue inventado. Esta tendencia que irrumpe en las calles, y hasta en las vidrieras de las más importantes marcas, no aparece en estado puro. Se mezclan lo antiguo y lo moderno, las formas se reinventan, las telas se reciclan, los diseños se renuevan, pero siempre conservando la esencia.
La expresión vintage habla de otras épocas y en moda se aplica en una tendencia, el rescate de elementos del pasado; es algo así como una puesta en escena más glamorosa de lo usado. Hoy la idea de esta tendencia es generar una estética particular a través de esas prendas antiguas, pero sin parecer salida de una película de cine mudo. El sentido común aplicado a una guardarropa y la construcción de un estilo indican combinar los tesoros vintage con algo actual, aunque ese criterio no me parece disparatado si se lleva con gracia y chic real.
Las ferias de segunda mano nacieron por una necesidad económica, pero en poco tiempo se convertieron en emblema de una estética. Hay una generación que construyó un estilo en base a esto. Lo cierto es que del segunda mano al vintage hay una diferencia.
No me gusta la onda del pantalón sastre antiguo, la remera antigua, el cinturón antiguo; no adhiero a esta moda. La verdad es que yo veo los abuelos en la ciudad y está buenísimo, pero hay que tomarles sólo ciertas cosas y listo. Lo lindo es llevar un detalle, no un disfraz.
Giordano Bruno
DIRECTOR
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