“El mayor triunfo del hombre consiste en convencerse de que el ridículo es algo que sólo existe para los demás, y ello, siempre que éstos quieran” (Fernando Pessoa).
He elegido esta sentencia del portugués Pessoa por su evidente agudeza, pero sobre todo por su practicidad. No te cambia la vida, la vida sólo cambia vivirla, pero sí te alivia sobremanera el momento en el que somos víctimas del ridículo y éste nos paraliza. Y lo hace además de una manera instantánea a su reflexión. O sea, uno recuerda la máxima de Pessoa, facto ese uno se siento liberado del sentido o sentimiento de ridículo que tanto condiciona nuestros actos, y con ellos a nosotros mismos.
Sin el llamado sentido del ridículo seríamos libres, acaso verdaderamente, y podríamos entonces sorprendernos, descubrirnos, y no ante los demás, sino únicamewnte ante nosotros mismos. Olvidándanos o, como dice Pessoa, convenciéndonos de que no existe ese ridículo, lo que desalojamos de nosotros y espontáneamente libres de prejuicios. Lo malo de él, del ridículo, es el miedo que nos produce.
“Convencerse, pues, de que el ridículo sólo existe para los demás, y ello, siempre que éstos quieran” no sólo nos libera del ridículo, sino también de los demás, de sus opiniones, juicios e influencias, y nos deja, solos por fin, ante nosotros mismos.
No cabe duda de que sería el mayor triunfo del hombre. La dificuldad, sin embargo, no está en convencerse, sino más en acordarse de Pessoa cuando nos invade el ridículo.
Giordano Bruno
DIRECTOR
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